Los antiguos nos recuerdan que hay una poderosa relación entre lo que
pasa en nuestro mundo interior de sentimientos y las condiciones del mundo que
nos rodea. Quizá increíblemente sencilla, esta relación establece que la
condición de nuestra salud, nuestras sociedades, e incluso los patrones del
clima, son espejos de la manera en que lidiamos con la vida interiormente.
Experimentos recientes en la ciencia de las energías sutiles y la física
cuántica ahora arrojan credibilidad precisamente a esas tradiciones.
Nuestro uso y aplicación de la oración basada en los sentimientos deja
de ser menos acerca de “crear” este o el otro resultado y se convierte más en
“acceder” al resultado deseado que ya está creado.
Cualquier resultado que podamos
imaginar y cada posibilidad que seamos
capaces de concebir, es un aspecto de la creación que ya ha sido creado y
existe en el presente como un estado “dormido” de posibilidad. Mientras las
antiguas y las modernas tradiciones parecen estar de acuerdo en la existencia
de muchas posibilidades, los cuestionamientos han sido siempre sobre ¿cómo
despertamos un resultado específico y lo hacemos real en nuestras vidas
actuales? ¿Cómo podemos llamar a la posibilidad de paz en nuestro mundo, por
ejemplo, o salud en nuestros cuerpos, posibilidades que ya existen, cuando los
eventos de nuestro mundo parecen mostrarnos condiciones de violencia y
desastre? Cómo acceder a las posibilidades ya creadas de salud, paz y
cooperación y traerlas a la realidad de nuestras vidas. Ya que nuestro mundo
exterior de acción refleja nuestro mundo interior de sentimientos, lo hacemos
sintiendo como si nuestras plegarias ya hubiesen sido respondidas. Es
precisamente el poder de este sentimiento el que trae a la vida a nuestras
oraciones. Nuevas investigaciones sugieren que cuando sentimos gratitud
respecto al cumplimiento de nuestras oraciones, nuestros sentimiento producen
las mismas condiciones, los campos de efecto, que atraen nuevas posibilidades
en las condiciones de nuestras vidas.
Comprender que los resultados empatan con los sentimientos puede
ayudarnos a entender lo que ocurre cuando parece que nuestras oraciones no son
respondidas. Cuando oramos por salud en nuestras relaciones, por ejemplo,
mientras experimentamos enojo, celos o furia en nuestras relaciones, ¿por qué
nos sorprende ver esas mismas cualidades reflejadas como enfermedad en nuestros
cuerpos, nuestras familias, escuelas, lugares de trabajo y en las condiciones
sociales alrededor de nosotros? La ciencia ha demostrado que cada sentimiento
que experimentamos, crea una química única en nuestros cuerpos. Las buenas noticias son que los mismos
principios resultan ciertos para los sentimientos de afirmación de la vida. Mientras
enfrentemos la vida y sus acontecimientos con compasión, entendimiento, amorosa
tolerancia y paz, podemos esperar experimentar estas condiciones en nuestros
cuerpos, y ver el efecto extendido al mundo que nos rodea.
Albert Einstein dijo una vez que no podemos resolver un problema con el
mismo pensamiento que creó el problema.
Debemos estar conscientes al orar, que nada necesita ser “creado”, ya que
cualquier resultado que podamos imaginar para dicha situación ya está presente.
Es la apreciación y gratitud que sentimos en presencia de las condiciones por
las que oramos, lo que crea los efectos
cuánticos permitiendo que la creación empate con nuestros sentimientos.
Inadvertidamente podríamos estar dándole poder a las mismas condiciones
que estamos orando para pedir que cambien. Por ejemplo, cuando pedimos “Querido
Dios, por favor, permite que haya paz en el mundo”, en efecto estamos
estableciendo que la paz no existe en el presente. Las tradiciones antiguas nos
recuerdan que las plegarias en las que pedimos son sólo una forma de orar,
entre otras formas. También existen otras que nos llevan a encontrar paz en
nuestro mundo a través de la cualidad de los pensamientos, sentimientos y
emociones que creamos en nuestro cuerpo. Una vez que permitimos las cualidades
de paz en nuestra mente y damos materia prima a nuestra oración a través de sentimientos de
paz en nuestro cuerpo, el resultado será otro.
Son precisamente esas condiciones de sentimientos a las que la creación
responde, igualando el sentimiento con que hacemos la oración en nuestro mundo
interior, con condiciones similares en el mundo exterior.
Los antiguos nos invitan a
recobrar el modo antiguo de orar como un estado permanente de conciencia en el
que nos convertimos, en vez de una forma preescrita de acción que llevamos a
cabo ocasionalmente y de forma mecánica.
Para efectuar cambios en nuestro mundo, primero necesitamos experimentar
los sentimientos de que el cambio ya ha ocurrido. Por lo tanto necesitamos
estar consientes de nuestras emociones y sentimientos, de quiénes somos.
Conforme la ciencia moderna continúa validando la relación entre
nuestros pensamientos, sentimientos y sueños con el mundo que nos rodea, se
hace más claro ese puente olvidado entre nuestras plegarias y aquello que
experimentamos.
La belleza de esa tecnología
interna se halla en que está basada en condiciones humanas que ya poseemos.
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